¡Mira, el invierno se ha ido, y con él han cesado las lluvias!
Ya brotan flores en los campos; ¡el tiempo de la canción ha llegado!
Ya se escucha por toda la tierra el arrullo de las tórtolas.
La higuera ofrece ya sus primeros frutos,
y las viñas en ciernes esparcen su fragancia.
¡Levántate, amada mía; ven conmigo,
mujer hermosa!
Cantares 1:11-13
Hay tiempos que son decisivos y determinantes, este es uno de ellos, sin determinación, el corazón se divide y en división no se consigue nada, un corazón dividido es más dado a la inseguridad, es más susceptible de dudar y por ende perderse la bendición de ser agradecido por cada oportunidad que Dios nos da, un corazón dividido atrapa el agua y no la deja fluir, un corazón dividido pierde fuerza en el fluir de su caudal de amor!
¿Qué podría salir de mi corazón? En cierta manera mi corazón soñaba con ese día, un día especial, el encuentro, las miradas y el corazón hablara, algo muy profundo dentro de mi ser percibía algo truncado, algo inconcluso, ese algo no me dejaba visualizar lo porvenir. Ahora entiendo porque no fue antes y porque fue hoy, en este tiempo, ahora lo entiendo.
Dios todo lo hace con un propósito, nada se escapa de su mano. (Proverbios 16:4) Ciertamente su sanidad fue hecha pero hay tiempos en que la vemos tan real, ese encuentro significó eso, ver la gloria de Dios manifiesta, expresa, visible, un corazón sano mira a los ojos, un corazón sano abraza, un corazón sano bendice porque en su corazón abunda la unción del Espíritu, un corazón sano sonríe en plenitud, un corazón sano regala amor con cada expresión, un corazón sano abre la puerta a la Vida.
Y llegó ese día, día de prueba, día de ver lo real que es la manifestación de tu presencia, la manifestación de tu reino, cadenas se rompieron, la cárcel fue abierta, simplemente la presencia de Dios hace lo que nadie más puede hacer, traer libertad, tú saliste y yo salí y junto con nosotros, nuestras generaciones, las que tanto he anhelado, me fueron devueltas, en este tiempo!
Solo el Señor podía alcanzar con su luz, ese precioso lugar que por mucho tiempo permaneció en el invierno… ahora llegó la primavera, el tiempo de la canción al fin llegó! Y vi como mis ojos destellaban gozo, mi piel expelía a mirra y a incienso! (Cantares 4:6) La vida entraba, su luz, el verdor, los colores comenzaron a manifestarse, los olores, los sonidos, el viento, las aguas, el sol, todo comenzó a llenarse de la dulce presencia de Dios, entendí que el ciclo terminó, pero uno nuevo comenzó, volvió a nacer algo nuevo, era como pasar de una habitación a otra, traspasar una pared y entré a otra escena de mi vida, de sentir lo frío y solitario del invierno, de pronto… una herida curada y cicatrizada me halaba a un lugar cálido y pleno, un lugar seguro, un lugar de abrigo, un lugar fuerte, un lugar con el sello de la resurrección.
Gracias Señor por tu incondicional amor, gracias porque solo tú mereces la gloria de este precioso tiempo, tú me impulsaste a alcanzarlo, tu fiel Espíritu me sostuvo y sigue obrando en este tiempo pleno. Ahora si, me levanto y avanzo, miro tus ojos y recibo este Tiempo Nuevo en todas las dimensiones de mi ser.
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